miércoles, 31 de diciembre de 2014

FLACO


En 1957 un niño flaco de 10 años, gesto triste y mirada tímida llegó de la mano de su padre, un humilde trabajador de las afueras de Amsterdan, a las instalaciones del equipo de su ciudad: el Ajax. Nadie daba nada por aquel niño de aspecto famélico, pero tras la prueba a la que fue sometido alguien intuyó que se transformaría en un gran futbolista. Su nombre era Johan Cruyff y con los años llegó a convertirse en el mejor futbolista europeo del siglo XX. Los éxitos no sólo le llegaron como jugador, consiguiendo hasta en tres veces el balón de oro, sino también como entrenador. Dirigiendo al FC Barcelona fue capaz de crear un estilo muy personal, que luego heredaría Pep Guardiola, y le dio al club su primera Copa de Europa. Pero su paso por la capital condal no fue siempre un camino plácido, y las tensiones con el entonces presidente, José Luis Núñez, le colocaron en el cadalso en más de una ocasión.
De aquellos enfrentamientos aún se recuerda uno en el que el entrenador pedía fichajes al club y Cruyff dejó una frase que se ha convertido en mítica: “El dinero debe estar en el campo, no en el banco”.
Esa idea suele ser común a todos los entrenadores, pero desde que hace casi dos años la LFP y el Consejo Superior de Deportes acordaran establecer un límite salarial para evitar el endeudamiento de los clubes, los márgenes con los que tienen que trabajar los responsables económicos de los equipos limitan su maniobrabilidad. Este año el límite salarial del Almería es el más bajo de toda la categoría con 11,7 millones de euros –y de ese dinero tiene que salir lo que cobra cada jugador, los tributos de los futbolistas, que en algunos casos llegan hasta el 52%, y la parte prorrateada del pago de cada traspaso– y esa es la realidad con la que hay que enfrentarse en este mercado de invierno.
Por eso es lícito pedir al Almería que se refuerce, pero no hay que perder de vista que el Fair Play financiero encorseta a nuestro equipo y maniata a sus directivos.

martes, 23 de diciembre de 2014

EMOCIÓN

Defendía Borges, con su tono de voz calmado y porteño, que no concebía   que se escribiera sin emoción. Hacerlo convertía a la literatura en un   simple y frío juego de palabras. Los detractores del fútbol, carentes   de todo sentimiento hacia este deporte, suelen pecar de simplistas al   desproveerlo de inflexiones afectivas en su desprecio a todo lo que   significa. Porque intentar explicar lo que sucede en torno a un   partido de fútbol sin conceder a cada jugada, cada polémica o cada   gol, la carga emotiva que los aficionados gestan y propagan con el   fervor casi religioso con el que lo hacen es como observar la   actuación de un mago tratando de encontrar el truco. Ni te permites   disfrutar del espectáculo, ni consigues entender el efecto.


El Almería preparaba el encuentro con el que iba a cerrar el año 2014   contra el Celta de Vigo cuando su portero titular se lesionó y   saltaron las alarmas. Los tremendistas acudieron con urgencia a la   petición de refuerzos, comenzando por la portería, mientras que los   agoreros veían en el infortunio de nuestro cancerbero una señal   inequívoca para bajar los brazos definitivamente. Pero el azar, con su   estilo caprichoso, quiso conceder el protagonismo a Julián Cuesta, el   joven portero granadino que sólo contaba para esos minutos incómodos   con los que la Copa del Rey parece incordiar la planificación invernal   de los equipos en las rondas alejadas de la final. Y es que Julián se   transformó en el galán de la película del último partido del año con   sus tres meritorias paradas, incluido un penalti.
Entonces, no sólo los tremendistas y los agoreros se desdijeron, sino   que también los optimistas y los oportunistas se agarraron a la figura   de Julián para blandir la clasificación, como la hoja de una espada de acero, y   mostrar al mundo la realidad fría que sus emociones transforman en la   razón que en el nuevo año les llevará otra vez al estadio, y es que el   equipo está fuera del descenso y que ha decidido seguir luchando.

 


miércoles, 17 de diciembre de 2014

RAYUELA (HOPSCOTCH)



La mayoría de los escritores defienden que sólo son dueños de sus obras hasta que éstas se publican. En ese momento pasan a ser de cada lector. Como si con cada acceso a su contenido, el libro se reinventara. Como si la subjetividad de cada persona adaptara el texto y éste naciera cada vez envuelto en una atmósfera distinta. Pero si hay un libro en el que la relación con el lector es tan íntima que acaba convirtiéndolo en protagonista de la obra, ese libro es Rayuela, de Julio Cortázar. Escrito en París por el escritor argentino hace ahora cincuenta y un años, la obra fue calificada desde el principio como la “antinovela”, aunque su autor prefirió calificarla como “contranovela”, por la nueva relación que propuso con el lector.

Y algo de todo ello tiene el fútbol. Siempre he pensado que la relación de cada aficionado con su equipo, con su juego y con sus dinámicas, es tan personal que son precisamente esas múltiples impresiones las que alimentan la fascinación que genera este deporte. Aunque los medios de comunicación concedan el protagonismo más absoluto de cada partido a los jugadores, los entrenadores y, a veces –y aunque les pese–, también a los árbitros, conviene no perder de vista que son los aficionados los únicos que justifican que la rueda siga girando.

Y tengo la impresión de que JIM, el nuevo entrenador del Almería, lo entiende de un modo similar. Al menos eso fue lo que pensé cuando lo escuché decir que del partido contra el Madrid había sacado “cosas positivas”. Para mí no fue casual que no entrara a matizar cuáles fueron esas cosas, y considero que sólo buscó subjetivar a su favor las impresiones de cada aficionado con el equipo. Probablemente sea cierto que vio elementos para creer en el grupo, pero lo que quiso verdaderamente es que cada uno encontrara sus propios argumentos. Porque, a mi parecer, la situación en la que el Almería se encuentra es reversible, pero me temo que salir de ahí no va a ser sólo trabajo del míster.

 

 

(Traducción de Alejandro Reyes León)
Most writers defend that they are only the owners of their works until these are published. At that moment, they belong to each writer. This is as if the book reinvented itself after each access to their content. It is as if each person’s subjectivity adapted the text, being born covered by a different atmosphere each time. But if there is a book in which the relationship with the reader is so intimate that makes him/her the protagonist of the work, that book is Rayuela (Hopscotch) by Julio Cortázar. It was written in Paris by the Argentinean writer fifty-one years ago. From the beginning, the work was considered as the “anti-novel,” although his author preferred to qualify it as “counter-novel” because of the new relationship proposed for the reader.

And football has something of all this. I have always thought that the relationship between each supporter and his/her team, its play and dynamics is so personal that those multiple impressions are precisely the ones that feed the fascination generated by this sport. Although mass media gives much more importance of each game to players, coaches and, sometimes –although they do not like it– also to referees, we should not forget that supporters are the only ones that justify that the wheel continues spinning.

And I have the impression that JIM, Almería’s new coach, understands this in a similar way. At least, this was what I thought when I heard him saying that he had observed “positive things” during the match against Madrid. For me, it was not by chance that he did not explain these things and I consider that he only wanted to subjectivize the impressions of each supporter concerning the team on his behalf. Probably, it is true that he saw elements to have faith in the group, but he truly wanted each person to find his/her own arguments. Because, from my point of view, Almería’s situation is reversible but I am afraid that solving it is not only coach’s work.

 

 

 

 





miércoles, 10 de diciembre de 2014

FRANCISCO




La derrota con el Eibar ha sido la lanza que ha terminado matando a Francisco. No ser capaz de ganar en las últimas ocho jornadas es un equipaje difícil de cargar en el fútbol actual. Y, como suele argumentarse en situaciones similares, la solución pasa por echar al entrenador o por cambiar a la mitad del equipo. Pero la segunda de las opciones es poco práctica y muy costosa, por lo que casi todos –defensores o detractores del entrenador– han interpretado la decisión que Alfonso García tomaba en la mañana de este pasado martes como la menos dramática.

Y todo ello a pesar de que el equipo no ha estado ni una sola jornada de la presente liga en puestos de descenso; todo ello a pesar de que la ineficiencia demostrada por nuestros delanteros nos coloca sólo por delante del Granada en cuanto a bagaje goleador; todo ello a pesar de que la confianza en el entrenador la temporada pasada acabó salvando al equipo; y todo ellos aun sabiendo que la decisión tomada no es sinónimo de nada.

Francisco ya pertenece al pasado (el fútbol no espera), y sólo cabe hablar de él en esos términos. Pero las valoraciones ahora tienen el valor efímero del momento. Tendremos que dejar que pasen los meses, o quizá los años, para poner en valor –o no–, lo que este hombre ha hecho por el equipo. Equipo del que aún es el máximo goleador (con cuarenta y cinco aciertos) y el entrenador con más partidos disputados en primera división (cincuenta y dos).

Suenan a lo lejos, como sustitutos de Francisco, las voces de viejos lobos conocidos de oídas. Algunos ilusionan y otros generan más indiferencia que interés. En el momento de cerrar esta columna, el nombre del nuevo capitán del barco es todavía una incógnita. Lo que es seguro es que no le queda un trabajo sencillo, y menos aún si el mercado invernal no viene con jugadores nuevos. Me temo que no será la última vez que tengamos que hablar de Francisco; aunque sólo sea como vara de medir los capítulos que quedan por escribir.


 

 
(Traducción de Alejandro Reyes León)
The defeat against Eibar has been the spear that has finally killed Francisco. Not being able to win during the last eight matches is a difficult luggage to carry in current football. And, as argued in similar situations, the solution is firing the coach or changing half of the team. But the second option is little practical and very costly, so almost everybody –advocates and detractors of the coach– have interpreted the decision Alfonso García made last Tuesday in the morning as the least dramatic one.

All this takes place despite the fact that the team has not been in relegation positions for a single day during the current league, despite the inefficiency showed by our forwards which places us only before Granada concerning our scoring statistics, despite the fact that confidence in the coach ended up saving the team last season and even knowing that the decision made is not a synonym of anything.

Francisco already belongs to past (football does not wait), and it is only possible to speak about him in such terms. But now assessments have the ephemeral value of the moment. We will have to wait for some months, or maybe years, to value –or not– what this man has done for the team. A team in which Francisco is still the top scorer (forty five goals) and the coach with more matches played in the first Spanish division (fifty two).
As substitutes for Francisco, some voices of little known “old wolves” can be heard in the distance. Some of them inspire hope and other ones create more indifference than interest. At the moment of finishing this column, the name of the new captain of the boat is a mystery yet. What seems certain is that he will not have an easy task, even less if the winter transfer market does not bring any new players. I am afraid this will not be the last time we have to speak about Francisco although it is used as a yardstick for measuring the chapters that are going to be written.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

PREOCUPACIÓN (WORRY)


Preocupación. Eso es lo que me abotarga desde que el pasado domingo muriera un seguidor radical del Deportivo de la Coruña. Y no por el fallecimiento, sino por el contexto en el que se produjo y por algunas de las respuestas que ha generado.

Como digo, el fallecimiento en sí no me desvela porque, dadas las circunstancias, entraba en el campo de lo probable. Cuando en la edad media o en el lejano oeste dos personas se citaban en duelo, lo más probable es que una de ellas acabara muriendo. Sabían a lo que iban. Así que ahora, si dos bandos se citan para pasar las horas previas a un partido de fútbol atizándose con barras de hierro, la posibilidad de un fatal desenlace existe.

Pero sí que me preocupa el contexto. Me preocupa que los ultras de los equipos de fútbol politicen su actividad. Me preocupa que encuentren parapeto en el fútbol. Me preocupa su impunidad. Y me preocupa que la gente del fútbol piense que no va con ellos.

Porque Cerezo se apresuró a decir que los actos no tenían nada que ver con el Atleti ni con el Deportivo, mientras que Simeone decía que el problema es de la sociedad. Estos comentarios me resultan tan alarmantes como si los políticos dijeran que el problema de la corrupción es de la sociedad, o la iglesia, que el problema de la pederastia es de la sociedad. La sociedad. Ese ente que se traga y digiere las responsabilidades. Como si el fútbol -o la política, o la religión- existiera en un plano distinto al de la sociedad. Como si lo que en él pasara no tuviera trascendencia en esa lejana masa que conforma la sociedad.

La pelea no se produjo en el contexto de un campeonato del mundo de Fórmula 1 o con motivo de una corrida de toros. Se produjo porque horas después se enfrentaban dos equipos de fútbol. Y el fútbol tiene que ser contundente. Si la basura no sale del fútbol, el fútbol terminará por convertirse en basura.

A todo esto, el Almería volvió a perder. Esta vez frente al Rayo. ¿Pero qué más da? Al fin y al cabo, es sólo fútbol.

 

 (Traducción de Alejandro Reyes León)

Worry. This is what torments me since a radical supporter of Deportivo de la Coruña died last Sunday. And it is not due to the death but the context in which it took place and some of the answers that it has generated.

As I have said, the death itself does not keep me awake because, considering the circumstances, it was something likely. During the Middle Ages or the Wild West, if two people made an appointment to duel, the most likely outcome was the death of one of them. They knew what was going to happen. So now, if two sides set a date to spend the hours before a football match striking each other with iron bars, the possibility of a fatal ending exists.

But the context worries me. I am concerned that fanatics of football teams politicize their activity. I am concerned that they find a parapet in football. Their impunity worries me. And I am concerned that people involved in football think this is far beyond them.

Because Cerezo was quick to say that these acts had nothing to do with “Atleti” or Deportivo, whereas Simeone said that the problem belongs to society. For me, these comments are as alarming as if politicians said that the problem of corruption belongs to society, or as if the Church said that the problem of pederasty belongs to society. Society: that being that swallows and digests responsibilities. As if football –or politics or religion– existed at a different level from the one of society, as if what happens in it was not of enormous importance for that far multitude that forms society.

The fight did not take place in the context of a Formula 1 Championship or because of a bullfight. It took place because two football teams played a match a few hours later. And football must be conclusive. If rubbish does not leave football, football will become rubbish finally.
By the way, Almería lost again, this time against Rayo. But what differrence does it make? It is just football after all.