martes, 23 de diciembre de 2014

EMOCIÓN

Defendía Borges, con su tono de voz calmado y porteño, que no concebía   que se escribiera sin emoción. Hacerlo convertía a la literatura en un   simple y frío juego de palabras. Los detractores del fútbol, carentes   de todo sentimiento hacia este deporte, suelen pecar de simplistas al   desproveerlo de inflexiones afectivas en su desprecio a todo lo que   significa. Porque intentar explicar lo que sucede en torno a un   partido de fútbol sin conceder a cada jugada, cada polémica o cada   gol, la carga emotiva que los aficionados gestan y propagan con el   fervor casi religioso con el que lo hacen es como observar la   actuación de un mago tratando de encontrar el truco. Ni te permites   disfrutar del espectáculo, ni consigues entender el efecto.


El Almería preparaba el encuentro con el que iba a cerrar el año 2014   contra el Celta de Vigo cuando su portero titular se lesionó y   saltaron las alarmas. Los tremendistas acudieron con urgencia a la   petición de refuerzos, comenzando por la portería, mientras que los   agoreros veían en el infortunio de nuestro cancerbero una señal   inequívoca para bajar los brazos definitivamente. Pero el azar, con su   estilo caprichoso, quiso conceder el protagonismo a Julián Cuesta, el   joven portero granadino que sólo contaba para esos minutos incómodos   con los que la Copa del Rey parece incordiar la planificación invernal   de los equipos en las rondas alejadas de la final. Y es que Julián se   transformó en el galán de la película del último partido del año con   sus tres meritorias paradas, incluido un penalti.
Entonces, no sólo los tremendistas y los agoreros se desdijeron, sino   que también los optimistas y los oportunistas se agarraron a la figura   de Julián para blandir la clasificación, como la hoja de una espada de acero, y   mostrar al mundo la realidad fría que sus emociones transforman en la   razón que en el nuevo año les llevará otra vez al estadio, y es que el   equipo está fuera del descenso y que ha decidido seguir luchando.

 


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