La derrota con el Eibar ha sido
la lanza que ha terminado matando a Francisco.
No ser capaz de ganar en las últimas ocho jornadas es un equipaje difícil de
cargar en el fútbol actual. Y, como suele argumentarse en situaciones
similares, la solución pasa por echar al entrenador o por cambiar a la mitad
del equipo. Pero la segunda de las opciones es poco práctica y muy costosa, por
lo que casi todos –defensores o detractores del entrenador– han interpretado la
decisión que Alfonso García tomaba
en la mañana de este pasado martes como la menos dramática.
Y todo ello a pesar de que el equipo
no ha estado ni una sola jornada de la presente liga en puestos de descenso;
todo ello a pesar de que la ineficiencia demostrada por nuestros delanteros nos
coloca sólo por delante del Granada en cuanto a bagaje goleador; todo ello a
pesar de que la confianza en el entrenador la temporada pasada acabó salvando
al equipo; y todo ellos aun sabiendo que la decisión tomada no es sinónimo de nada.
Francisco ya pertenece al pasado (el fútbol no espera), y sólo cabe
hablar de él en esos términos. Pero las valoraciones ahora tienen el valor
efímero del momento. Tendremos que dejar que pasen los meses, o quizá los años,
para poner en valor –o no–, lo que este hombre ha hecho por el equipo. Equipo
del que aún es el máximo goleador (con cuarenta y cinco aciertos) y el
entrenador con más partidos disputados en primera división (cincuenta y dos).
Suenan a lo lejos, como
sustitutos de Francisco, las voces
de viejos lobos conocidos de oídas. Algunos ilusionan y otros generan más
indiferencia que interés. En el momento de cerrar esta columna, el nombre del
nuevo capitán del barco es todavía una incógnita. Lo que es seguro es que no le
queda un trabajo sencillo, y menos aún si el mercado invernal no viene con
jugadores nuevos. Me temo que no será la última vez que tengamos que hablar de Francisco; aunque sólo sea como vara de
medir los capítulos que quedan por escribir.
The defeat against Eibar has been
the spear that has finally killed Francisco.
Not being able to win during the last eight matches is a difficult luggage to
carry in current football. And, as argued in similar situations, the solution
is firing the coach or changing half of the team. But the second option is
little practical and very costly, so almost everybody –advocates and detractors
of the coach– have interpreted the decision Alfonso García made last Tuesday in the morning as the least
dramatic one.
All this takes place despite the
fact that the team has not been in relegation positions for a single day during
the current league, despite the inefficiency showed by our forwards which
places us only before Granada concerning our scoring statistics, despite the
fact that confidence in the coach ended up saving the team last season and even
knowing that the decision made is not a synonym of anything.
Francisco already belongs to past (football does not wait), and it
is only possible to speak about him in such terms. But now assessments have the
ephemeral value of the moment. We will have to wait for some months, or maybe
years, to value –or not– what this man has done for the team. A team in which
Francisco is still the top scorer (forty five goals) and the coach with more
matches played in the first Spanish division (fifty two).
As substitutes for Francisco, some voices of little known “old wolves” can be heard in
the distance. Some of them inspire hope and other ones create more indifference
than interest. At the moment of finishing this column, the name of the new
captain of the boat is a mystery yet. What seems certain is that he will not
have an easy task, even less if the winter transfer market does not bring any
new players. I am afraid this will not be the last time we have to speak about Francisco although it is used as a
yardstick for measuring the chapters that are going to be written.
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