El fútbol es un terreno propicio
para el abono de los tópicos. No hay crónica que se preste o análisis del comentarista
de turno que no se adorne con uno. Los hay referidos a la grandeza del rival, a
los sueños, al trabajo del equipo o a circunstancias del juego como el penalti.
Pero hay uno que resulta inevitable cuando un entrenador es despedido y llega
otro a ocupar su lugar, y es el siguiente: “a entrenador nuevo, victoria
segura”.
Tal es la penetrancia de la
frase, que incluso se han dedicado estudios a comprobar cuánto tiene de cierto.
Y lo curioso es que según análisis sesudos al fútbol moderno, la afirmación
sólo deja de cumplirse en la mitad de los casos. Cualquiera podría decir que este
hecho demuestra que la sentencia carece de todo sentido, pero si tenemos en
cuenta que cuando un equipo destituye a su técnico es porque, normalmente,
encadena una serie de resultados bastante malos, entonces que en la mitad de
los casos el equipo reaccione tras la llegada de un nuevo ocupante del
banquillo es, por lo menos, significativo.
Otra cosa es tratar de dar
explicación a este hecho, pero esa es una empresa en la que no voy a invertir.
Lo único cierto, y que ahora me importa, es que tras la destitución de
Francisco y la posterior llegada de JIM, el Almería no sólo ha ganado el
partido en el que el técnico debutó sino que ha encadenado tres victorias
seguidas. También hay quien lo llama “efecto JIM” para que no quepa la duda de
a quién otorgar por completo el mérito de la reacción.
Y puede que algo de eso haya. Puede que el hecho de que la defensa haya aumentado la tensión, que la línea medular se haya retrasado unos metros y que Hemed ya los marque de dos en dos, sea fruto de la virtud del nuevo entrenador. Pero que nadie olvide que este cesto se teje con mimbres amasados por Francisco y que las teclas que esta vez suenan y se acoplan en consonancia ya fueron tocadas anteriormente sin la suerte que ahora reunimos.
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