miércoles, 21 de enero de 2015

PRECOCIDAD


La juventud y la genialidad no tienen por qué ocupar lugares distintos. Pruebas de ello podemos encontrarlas en literatura, con Pablo Neruda –que publicó Veinte poemas de amor y una canción desesperada con tan sólo veinte años–, en la música, con Mozart –que a los catorce ya había sido nombrado maestro de conciertos de Salzburgo–, e incluso en la ciencia, con James Watson –que con veinticinco estableció, junto a Francis Crick, su famosa doble hélice como modelo estructural para el ADN–. Pero si somos capaces de buscar y encontrar estos ejemplos es porque escapan de la norma.

En fútbol las cosas no son distintas. Escarbando un poco en la historia reciente de este deporte hallamos casos de jugadores sorprendentemente maduros en su juventud y que han sido capaces de soportar el peso de la presión para convertirse en la bandera de un vestuario. Tal es el caso de Raúl González –que debutó de la mano de Jorge Valdano en el Real Madrid con sólo diecisiete años– o de Fernando Torres –que contaba con la misma edad el día en el que García Cantarero le hizo debutar con el primer equipo del Atlético de Madrid–.

Pero si ahondamos para entender qué hay detrás de éstas y otras precocidades futbolísticas encontraremos un denominador común: un estado de incertidumbre en el club y de crisis de juego en el equipo.

Por eso, que algunos empiecen a alzar la voz para reclamar la presencia en el primer equipo del Almería de Dani Romera no sé si es más mérito suyo o demérito de los demás. Es cierto que el chaval es el máximo goleador de la categoría con el filial, que apunta maneras, que destila talento y que ha madurado mucho en el último año. Pero no es menos cierto que sólo tiene diecinueve años, que la temporada pasada jugaba con los juveniles y que la responsabilidad de mantener al equipo en la máxima categoría tiene que recaer sobre otros. Por eso el técnico del Almería B pide calma a los voceros. Dejémosle que siga creciendo y después ya veremos.

 

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