La liga se abrió para el Almería
con el calor de agosto en el cogote, el alboroto de la feria de fondo y la
arena de la playa entre los dedos de los pies. En aquel primer partido de liga
(aquél en el que el estadio se quedó a oscuras como metáfora de lo que iba a
ser el juego del equipo en lo que restaba de encuentro) apuntábamos las que
podían ser las líneas por las que se condujera nuestro equipo. Y hoy, media
liga después y con enero casi agotado, el Espanyol de Barcelona se cruzó de
nuevo en el devenir del equipo para recordarnos que hemos quemado la mitad de
la munición. Así que toca mirar por el retrovisor, sin perder de vista el
camino, para comprobar que el animal respira, pero la herida es profunda.
Las cabalgadas de Edgar siguen sin tener un objetivo
claro la mayoría de las veces; Soriano
y Corona suman veteranía al tiempo
que restan fuerza; Hemed muestra su
intermitencia para desesperación general; Teerasil
no estuvo, aunque se le esperó; Thievy
no ha acabado de definirse; y los jóvenes, que han tenido bastantes
oportunidades, no terminan de aportar lo que se espera de ellos.
Con este panorama, y acudiendo a
los resultados para comprobar que el equipo ha perdido todo lo jugado en casa
salvo los tres raquíticos puntos obtenidos de sendos empates, sólo nos queda el
ánimo de comprobar que nos encontramos a un punto de salir del descenso.
Por el camino, Francisco fue cesado y se contrató a JIM, cuyo bagaje en la primera división
fueron dos experiencias muy distintas (Levante y Valladolid) y cuyo efecto se
ha diluido demasiado pronto.
Pero si los entrenadores cuentan
con los cambios para redirigir el rumbo de un partido, los presidentes cuentan
con el mercado de invierno como una segunda oportunidad. El problema principal
son los ajustes presupuestarios y la posibilidad de encontrar un jugador
disponible que venga a mejorar la plantilla; el valor indudable, el escaparate
de jugar en la mejor liga del mundo. Quedan pocos días y, todavía, algunas
esperanzas.
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