miércoles, 4 de febrero de 2015

ONCE


Para encontrar las raíces del fútbol moderno tenemos que bucear hasta el Siglo XIX. Más concretamente, hasta el año 1863, cuando nació, al abrigo de una taberna londinense, la FA –asociación de fútbol inglesa– y estableció una serie de indicaciones que se iban a encargar de reglar el desarrollo del juego. Aquellas primeras normas son la base sobre la que se construyó el reglamento actual, pero dejaron una cosa en el aire: el número de jugadores.

Así, durante los años siguientes podían verse partidos donde compitieran quince contra quince o veinte contra veinte jugadores. Pero en 1870 se terminó con esta situación estableciéndose en once el número de futbolistas que tiene que formar cada equipo. No está claro el porqué de ese número. Unos defienden cuestiones prácticas y otros tiran de romanticismo, pero todo parece indicar que se copió del que era por entonces el deporte más popular en las islas británicas: el críquet.

La cuestión es que, aunque la mayoría de las normas establecidas en aquel primer reglamento han variado a lo largo del tiempo, la de jugar once contra once ha permanecido inmutable, adquiriendo dicho número un valor casi quimérico. Y así fue hasta que en los años sesenta el entrenador Helenio Herrera pronunció una lapidaria frase que aún hoy repiten muchos técnicos al quedarse en inferioridad numérica debido a una expulsión: se juega mejor con diez que con once.

La frase carece de lógica, pero de vez en cuando insiste en hacerse presente en los terrenos de juego, como sucedió en el último encuentro que disputó el Almería –frente al Getafe–. En este partido, el equipo de JIM dominó el encuentro durante una hora, momento en el que fue expulsado el defensa getafense Escudero. A partir de ahí, el centro del campo del equipo del sur de Madrid comenzó a fluir más y el Estadio del Mediterráneo llegó a temer revivir capítulos anteriores. Por suerte, el empuje de Pedro León y Diego Castro no fue suficiente y la victoria se quedó en casa nueve meses después.

 

 

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