miércoles, 11 de febrero de 2015

JOGO


Tras perder las semifinales del Mundial de fútbol de 1990 frente a la selección germana, el mítico jugador inglés Gary Lineker pronunció una frase que ha pasado a la historia de este deporte: “En el fútbol juegan once contra once y al final siempre gana Alemania”. Del mismo modo, existen chascarrillos para calificar estilos de juego asociados a determinadas selecciones como son el tiki-taka español o el catenaccio italiano. Pero si hay uno que define a la perfección el estilo más reconocible, ése es el llamado jogo bonito brasileño.

Brasil es un país que vive de cara al balón. Y si bien no fueron ellos los creadores de este deporte, no les cuesta nada reconocerse como la tierra del fútbol. No sé si será la mezcla de razas o alguna casual combinación de folklores, la cuestión es que del mismo modo que resulta sencillo reconocer a un brasileño bailando samba, resultan inconfundibles jugando al fútbol.

El estilo es descarado, ofensivo, habilidoso, creativo y fluido, y de sus escuelas –callejeras casi siempre– han salido jugadores como Pelé, Sócrates, Ronaldo, Zico, Garrincha o Ronaldinho. Son exportadores natos de talento y no existe una liga profesional de cierto nivel en el mundo que no esté colonizada por sus jugadores. Y la española no es una excepción. De hecho, en nuestra competición se encuentran inscritos 28 brasileños esta temporada, y entre ellos destacan los internacionales Neymar, Marcelo o Dani Alves, y la reciente incorporación madridista Lucas Silva.

Pero también hay otros con menos lustre en equipos más modestos. Es el caso de Michel Macedo y Wellington Silva, en el Almería. Su aportación al equipo no es menor, y su juego, digno representante de su nación, responde a las características mencionadas antes.

Y precisamente de ese juego descarado y creativo nacieron los dos goles que le concedieron al Almería la victoria frente al Córdoba en la última jornada de liga. Una victoria vital porque, como dijo JIM, se trataba de una victoria de cuatro puntos.

 

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